Prohibir el Fast Food, ¿es una buena medida para evitar la obesidad?.

Enric Ribera Gabandé

La obesidad ha aumentado notablemente en la última década en Estados Unidos, donde según estadísticas de la asociación American Heart, un 65% de los mayores de 20 años son obesos o tienen exceso de peso, es decir, un 75% más que en 1991. Por ello, el consejo municipal de Los Ángeles ha adoptado un texto que impide cualquier nueva instalación de este tipo de restaurante en el sur de la ciudad, donde viven una mayoría de las minorías latina y negra que cuentan con uno de los índices de obesidad más altos dentro de la población.

Reflexiono. ¡Qué más da esta prohibición! Como más prohibiciones, más interés mostramos los mortales por un tema. Más nos motiva, más nos excita… más nos pone a tono. El tema en cuestión, pienso, no pasa por este camino sino por fomentar desde la Administración norteamericana y también desde las escuelas básicas una labor pedagógica entorno a su sana alimentación.

Es sobradamente conocido el tema de que este país es relativamente joven, no tiene historia, ni tradición en la cultura, ni tan solo cocina… Es cierto. Pero también lo es el que su prepotencia en todos los campos de la sociedad, su ego subido, el querer ser los mejores y los líderes mundiales les tendría que hacer recapacitar sobre la alimentación, que no deja de ser peor que la que llevan a cabo los países tercermundistas.

Oportunidades para aprender a comer no les falta. La buena cocina mediterránea que ellos mismos han descubierto como la mejor del mundo la tienen en sus narices. Son muchos los restaurantes repartidos por EE UU que ofrecen platos y especialidades sanas y equilibradas a través de establecimientos franceses, italianos y españoles que se encuentran repartidos por su geografía.

Pero a ello –si es poco el tema- hay que sumar el que existen escuelas de cocina para la sociedad –pocas, la verdad sea dicha, pero haberla, haylas- que podrían enseñar a preparar un buen plato de pasta, o un pescado a la salsa verde, por poner unos simples ejemplos.

No digamos la gran labor didáctica que pueden hacer los libros de cocina. Éstos no deberían ser objetos estáticos puestos en la estantería, compiladores, muchas veces, de polvo.

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