Los griegos adoraban al aceite de oliva

Los documentos y arqueológicas que avalan las primigenias más sólidas sobre la aparición del aceite de oliva proceden de la época que corresponde al Antiguo Egipto. En los sarcófagos de algunos faraones egipcios aparece la representación del árbol. No obstante se debe hacer mención de que el aceite de oliva se preparaba con esencias aromáticas. Las frutas del olivo eran destinadas como aceites sacramentales de los faraones en su otra vida.

Prueba de la importancia que tenía el olivo, a la diosa Isis los egipcios le asignaban el privilegio de enseñar a los hombres su cultivo. Las mayores plantaciones de olivo se situaban cerca del delta del Nilo, a un paso de Alejandría. La variedad de olivos empleados en Egipto no ofrecían un gran rendimiento en aceite, debido muy posiblemente al clima poco favorable del lugar, no apropiado para su desarrollo.

Los frescos de los muros del palacio de Cnosos, donde aparecen diversas representaciones de olivos, demuestran la adoración que los griegos tenían por el aceite de oliva. El consumo del dorado líquido dependía en gran medida de la clase social. Las clases bajas no consumían este aceite en la cocina. Las más pudientes sí. Lo empleaban en la alimentación, como combustible para iluminar, como remedio medicinal y como óleo corporal, entre otras funciones.

Los Finicios en el año 1100 a.C introdujeron el cultivo del olivo en España. A pesar de la prematura implantación de éste, no fue hasta el año 206 a.C. cuando tras la ocupación romana en Hispania, que la producción olivarera empieza a cobrar cierta importancia.

Dioscórides hace algunas menciones sobre las propiedades del aceite de oliva en sus libros de medicina, haciendo referencia al onfacino, un aceite extraído de la aceituna no madura que resulta ser bueno para el estrés muscular. También Hipócrates dice que el aceite es muy indicado para la curación de ciertas heridas, así como analgésico de ciertas enfermedades dolorosas como puede ser la odinofagia, los malestares intestinales, las cefaleas y dolores musculares.

En el Imperio Romano, las rutas comerciales transportaban el garum, el vino y el aceite de oliva. Las lucernas que iluminaban las casas utilizaban éste. En Roma la utilización de este dorado líquido era muy popular entre sus habitantes.

Algunos historiadores de la alimentación sostienen la idea de que la inclusión de grasas en la dieta medieval no era tan elevada como se hace ver en los libros de cocina de la época. En el norte de Europa incluían en su dieta habitual de grasas a la mantequilla como un lácteo proveniente de la leche de vaca. Estos europeos no conocían, o evitaban el aceite de oliva, por ser un producto caro.

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